Mientras esas lagrimas siembran el cauce de tus mejillas, crece en mi interior, fruto de tu rocío, la mayor desdicha de incertidumbre, alimentada por el temor de que sufras y no pueda hacer nada por ver la luz de tu sonrisa.
Mientras sigues caminando, como si no pasara nada por tu cabeza, en tú interior tu espíritu se sigue apagado aquella tenue luz, como una luciérnaga al amanecer.
Pero no soy capaz de comprobar si sigue vivo tu amor por mí, o tu miedo a ser rechazada.
Desearía tocar tu pecho, no por saciar mi sed o alimentar mi tacto, si no por comprobar si tu pecho late igual que lo hacia cuando aún me atrevía a recitarte mis elogios, en vez de sufrirlos en silencio, como hacía con tus silencios acusadores, porqué veo que tu corazón palpita por quien no se merece, porqué sientes por ellos lo que nunca podrías sentir por mi? y me pregunto, ¿amas o deseas?
Sea como sea, no digas que estas bien, sufres, y eso nos ataca a las dos.
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