lunes, 27 de agosto de 2012

La cúpula de cristal, Capitulo 2, "Y no le prestó atención..."


A Sabrina no se le hizo muy largo el viaje. Tras el incidente de las risas, todo había sido tranquilo.
Para sorpresa de Cesar, Sabrina no abrió un libro en todo el viaje, se dedicó a mirar a través de la ventanilla con los auriculares a todo volumen.
Desde que habían salido de la zona boscosa para introducirse en la autopista Sabrina había notado que un pedazo de alma se le escapaba en cada suspiro. Y Cesar lo notaba, quizás porqué a él también le pasaba igual, solo que había sabido ocultarlo, de este modo no permitía que Sabrina atase cabos. Cesar era consciente de que Sabrina, a pesar de su corta edad, tenia una inteligencia destacada, y con una sola mirada de Cesar, ella podía sacar conclusiones, por esa razón, Cesar no escuchaba música, forraba los libros que leía, tampoco daba su opinión de lo que ocurría a su alrededor.
Por su parte, ella era consciente de que su padre notaba como se sentía, pero no le importaba, ya que él no hacia comentarios al respecto, ni actuaba en consecuencia. De todos modos si Cesar le hubiese preguntado acerca de como se sentía, tampoco sabría explicarlo, cuando estaba en el bosque sentía que no formaba parte de su cuerpo, si no que era un ser incorpóreo que vivía al margen de lo material, en cambio, al adentrarse en la ciudad, o mejor dicho, alejarse del bosque, todo volvía a estar en “su sitio” y su alma sufría una leve claustrofobia, por esa razón, su alma suspiraba, deseando escapar de nuevo. Pero claro, todo esto ella no lo sabía.

Mientras tanto en el bosque la misma figura que unas horas antes había informado de la partida de Sabrina volvía ha aparecer.
-Mi señora, Sabrina ha llegado ya a la ciudad-dijo el encapuchado
-¿No se da cuenta de lo que le supone abandonar el bosque?-respondió una voz en la oscuridad.
-Sí, pero parece no querer aceptarlo. Parece preferir vivir en la ciudad-continuó con cierto temor.
-No, eso sí que es imposible. Sabes lo que es, no puede sentirse bien en la ciudad, no seas ingenuo, si todavía no se ha dado cuenta es porqué ese inútil que se hace llamar Cesar se lo oculta, en ocasiones me pareces muy estúpido, Unai.
-Pero la misión de Cesar era protegerla, no desvelarle sus secretos.-protestó Unai algo molesto.
-Unai, ¿Tú qué concepto tienes de la palabra “protección”?

Al llegar, Sabrina fue a deshacer su maleta a su habitación, mientras Cesar lavaba el coche.
Ya era muy tarde, y Sabrina estaba misteriosamente cansada, así que se fue a dormir.

Al día siguiente se notaba más cansada de lo normal, no le prestó atención. Preparó su mochila, desayunó, y se fue al instituto.
De camino se empezó a sentir observada, como si un par de ojos burlones estuviesen fijados en su nuca continuamente. Tampoco le prestó atención.
Una vez en clase, se percató de que faltaban cinco compañeros, los profesores dudaron un poco, pero no le prestaron atención, aquel día no había exámenes ni nada por el estilo, debían estar enfermos, pensaron.
Sabrina disfrutó de las clases, a pesar de que no se sentía para nada a gusto en la ciudad.

Al salir de clase, vio como el chico más “ligón” del instituto recibía varias cartas de “amor”. <<Menudas crías>> pensó, y continuó su camino a casa.
En casa hizo la tarea, y se puso a leer.
Los días siguientes fueron una copia del anterior, con la única diferencia de que cada día faltaba alguien más en clase, y los que se ausentaban el día anterior no volvían, y por alguna razón que desconocía, Sabrina sabia que nunca volverían.
Los profesores se preocupaban, pero no lo mostraban a los alumnos, o al menos, lo intentaban, porqué Sabrina lo notaba.

Los medios empezaban a hablar de que las personas desaparecían en pequeños grupos, diariamente, y en todas partes del mundo, los policías estaban desbordados. Los desaparecidos no dejaban rastro, simplemente, se esfumaban. Era imposible que un grupo organizado montase todo aquello, y voluntariamente no se iban... era todo muy extraño.
Sabrina comenzaba a temer que algún día ella desapareciese, o lo que era aún peor, que Cesar se esfumase...

jueves, 23 de agosto de 2012

La cúpula de cristal, 1er capitulo: Sabrina



Sabrina estaba en el cuarto de baño de su casa de la ciudad, aunque no sabia muy bien cómo habia llegado hasta ahí. Frente a ella tenia un lavabo normal y corriente, y un poco más arriba el espejo, se miró... no se recordaba tan pálida, y su pelo negro era ahora un poco más claro, por no hablar de sus ojos que estaban.... Notó algo extraño en el espejo y de repente una mano emergió a través de la superficie extraña que cubría el espejo, era una mano de piel muy blanca y largas uñas, Sabrina no tuvo tiempo de apreciar esa extravagante mano durante mucho tiempo, pero pude ver algo parecido a pequeñas escamas surgiendo entre su piel. La mano la arrastró a través del espejo a un lugar... por primera vez en toda su vida se sentía.... estaba....

Sabrina se despertó, sudando, estaba harta de esa... ¿pesadilla?
Siempre soñaba lo mismo, no le asustaba, tampoco le agradaba, simplemente le molestaba el hecho de no poder ver el final, en los momentos más decisivos, siempre habían palabras que se le escapaban, siempre las mismas, y se despertaba en el mismo momento.
Eso era lo que la molestaba, en su corazón, la única bandera a la que erguía era la del saber. Por eso, que su propio subconsciente le ocultase las pesadillas que atemorizaban su ser hacia que le hirviese la sangre. A su vez, que le hirviese la sangre también la molestaba, siempre había sido fría como el hielo, no temía a nada, tampoco se sentía amenazada nunca, ni había nada que la llenase de rabia... tan solo esa pesadilla.

Se levantó, tenia el pelo demasiado enredado, seguramente se había movido mucho aquella noche, pensó, ya que la pesadilla le pareció más intensa, se duchó, y aún con el pelo mojado, cogió un libro de su biblioteca y se sentó en la cúpula de cristal.
Sabrina era una chica de unos 16 años, no muy alta, de ojos y pelo negro azabache, tenia la piel blanca, comparada con las alumnas de su clase, que se pasaban horas al Sol para mantener el color de sus pieles, a ella eso le daba igual.
Sabrina no había conocido a sus padres, y sus abuelos murieron cuando ella era muy pequeña, la adoptó Cesar, un hombre de unos 40 años, muy callado y con una mirada de hielo, al principio la atemorizaba, pero al final acabó siendo como él. Ahora vivía en la ciudad con él.
Cesar tenia muchas posesiones, una de ellas era la casa de campo en la que estaban ahora.
A Sabrina le encantaba esa casa, y en cuanto tenia un par de días se escapaba.
Odiaba la ciudad. La ciudad y la gente que la habitaba, cuando se sentía saturada de aguantar las tonterías de las personas se iba al bosque a dormir y se le pasaba, se sentía renovada.

Sabrina no hacia mucho, leía, tocaba el piano y observaba, nada más, tampoco necesitaba hacer nada más. En el instituto era la alumna más destacada, pero no tenia amigos, tampoco los necesitaba, ni se sentía agusto con la gente, le gustaba demasiado estar sola.

Se pasó varias horas leyendo, pero al ver la hora en su reloj se obligó a dejar la lectura y bajar a desayunar con su padre adoptivo.
-Buenos días, padre.-dijo Sabrina con la frialdad que le caracterizaba.
Sabrina sabia de sobras que no era su verdadero padre, pero para ella era su padre y punto.
Un hombre alto, de pelo gris, corpulento y muy serio, ese era su padre, Cesar.
-Buenos días, hoy te has quedado demasiado tiempo leyendo-dijo mientras cerraba su libro-No tienes que estar triste porqué nos vayamos ya, si quieres podemos quedarnos un día más, no pasa nada porqué pierdas un par de días de instituto.
-No estoy triste. Quiero ir al instituto.
-Como quieras. ¿Has hecho ya las maletas?
-Ajá-contestó con una tostada en la boca.
-¿Te vas a llevar los libros?-dijo cogiendo otra tostada.
-No, solo los más malos, sabes que no me gusta mal gastarlos en la ciudad, no los disfruto envuelta entre cuatro pareces de hormigón.
-Pues cuando quieras salimos.
Sabrina se levantó, bajó su maleta y la metió en el maletero. Mientras esperaba a Cesar echó un último vistazo al bosque, todo parecía normal, pero había algo en el ambiente...
El sonido de la puerta del coche la sorprendió, y la extrajo de sus pensamientos, se metió en el coche y se puso los auriculares.

Mientras tanto, los seres del bosque lloraban su ausencia.
-Se ha marchado, mi señora.-dijo un chico oculto bajo una capa negra.
-Lo sé, pero volverá, ahora solo tenemos que preocuparnos de proteger este bosque del fuego hasta que ella vuelva, al fin y al cabo nos necesita.-contestó una voz en la lejanía, el chico dio por recibido su mensaje y se fue sin más.

Una pequeña risa, casi imperceptible, sonó en la cabeza de Sabrina, ella no le prestó la más mínima atención, pero, no era la primera vez que la escuchaba, ni la última, y nunca, por más que se tapase los oídos, dejaba de sonar en un su cabeza una vez había empezado, normalmente se iba sin más, pero hoy era algo superior a eso.
Cada vez que la escuchaba, algo se volvía loco en su interior, deseando despertar, ella, a pesar de no saber ni qué era, se obligaba a tranquilizarse y no dejarlo salir, pues temía no poder volver a ser la misma.
Temía algo que ni siquiera sabia qué era, ella, la que fulminaba con la mirada a cualquier adulto que se le acercase mientras ella leía, sí, la misma Sabrina capaz de hacer temblar los corazones de los alumnos de su clase con una sola palabra, temía algo que ni ella misma sabia qué era, sonrió por lo bajo... ¿cómo era posible?
Sabrina hizo lo posible por que Cesar no notase que le estaba ocurriendo, en cuanto dejó de percibir era risita, levantó la vista para asegurarse de que su padre no había notado nada, Cesar seguía conduciendo, ajeno a todo... aparentemente, Sabrina bajó la cabeza de nuevo, y siguió leyendo.
Gracias a ese gesto, no se dio cuenta de que Cesar sonreía mirándola a través del espejo retrovisor.

Antes de leer "La cúpula"

Es importante, la cúpula va a ser una historia larga (o eso espero) que subiré por capítulos, pretendo hacer algo grande de esta historia, por eso, me encantaría que dieseis vuestra opinión al respecto para poderla mejorar.